En marzo de 1883, ante la tumba de Carlos Marx, su antiguo amigo y colaborador, Federico Engels, pronunció un discurso que resume de forma puntual la concepción materialista de la historia que había desarrollado a lo largo de su vida:
“Así como Darwin descubrió la ley de la evolución del mundo orgánico, Marx descubrió la ley de la evolución de la historia humana; el hecho tan sencillo, pero oculto hasta entonces bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión”.
Esta cita, que es un mero fragmento del discurso mencionado, dilucida tanto el aspecto revolucionario como la realidad elemental detrás de la teoría de Marx de la historia. El materialismo histórico es la doctrina que explica la evolución general de la sociedad a partir de las condiciones materiales presentes en una época y lugar determinados, sin la injerencia de presupuestos ideológicos. La teoría fue concebida por Marx y Engels, y explica, en breve, por qué cambia la sociedad y cuáles son los patrones y factores del cambio.
De acuerdo a los autores, anteriormente al surgimiento del materialismo histórico, en la historia imperaba la interpretación idealista de la misma, es decir, aquella que concibe a la sociedad como el producto de sus instituciones estatales, concepciones jurídicas e ideas religiosas. Sin embargo, las contribuciones científicas de Marx y Engels voltearon el modelo histórico imperante al declarar que la producción de los medios materiales inmediatos de vida son determinantes en la subsecuente organización política, jurídica, filosófica, cultural y religiosa de la sociedad, y no viceversa.
Es así como el conjunto de las relaciones de producción de las personas, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas materiales, forman la estructura económica de la sociedad. Esta estructura económica constituye la base sobre la cual se erige la denominada “superestructura” jurídica y política, que necesariamente se condiciona por ella, al ser un producto de su evolución. Por tanto, según Marx, la sociedad se forma a partir de una base de fuerzas productivas que se componen por la ciencia, tecnología y la fuerza de trabajo; una estructura económica determinada por las condiciones materiales y las subsecuentes relaciones de producción; y, finalmente, una superestructura ideológica que se compone por la suma de concepciones esencialmente político-jurídicas, aunque incluye también las artes, la religión y la filosofía. Estos presupuestos del materialismo histórico no solamente explican la formación de la sociedad, sino que muestra la manera en que la conciencia colectiva se moldea eminentemente por la determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas y no de la ideología imperante, que no es más que una consecuencia de la estructura económica.
Colaboración de Pablo Andrés Vela Padilla
Créditos de la fotografía: Morguefile, thesuccess
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